viernes, 6 de junio de 2008

miércoles, 27 de febrero de 2008

FÓSILES URBANOS

Leonardo Torres tiene algo de nómada, cosa apropiada viniendo de una tierra frecuentada -- desde tiempos inmemoriales -- por gente en tránsito. Ese lugar es Baja California, su hogar adoptivo; como buen nómada, Leonardo nació en otra parte.

Los primeros en vagar por Baja California, los cazadores y recogedores prehispánicos, han estado presentes en la configuración iconográfica de Leonardo desde que participaba, de muy joven, en expediciones familiares a la sierra de San Francisco, cuyas cuevas aún cargan con las huellas de sus antiguos pobladores: dibujos y grafismos. La otra constante nómada, que comparte Baja California con todos los estados fronterizos mexicanos, es la presencia de los migrantes.

Leonardo se identifica con su estado a tal punto que toda la obra que le conozco está vinculada con asuntos de la región: la migración, la frontera, y más recientemente, con los dibujos de la cuevas de la sierra de San Francisco.

Entonces, para él, exponer en Baja California es a la vez un reto y un re-encuentro, un asunto de suma importancia. Su respuesta a este reto ha sido armar un conjunto de obra ejecutada con el rigor técnico de la gran tradición del grabado occidental, pero con la característica insólita de ocupar, en lugar de la placa de cobre convencional, placas cuya función previa fue de señalamiento vial.

Me cuenta Leonardo que hace años quedó impactado por un señalamiento vial recurrente en la frontera norte que lleva la imagen sintetizada de migrantes corriendo. Fue con esta imagen que le nació la idea de incorporar los señalamientos viales a su obra. Años más tarde decidió utilizarlos en una instalación de “fósiles urbanos”: señalamientos viales colocados en una cueva.

No quedó satisfecho con la instalación, Pero se le había abierto un camino, y pronto apareció en el taller de grabado con una de las placas restantes en sus manos.
Ha sido muy interesante ver el proceso que Leonardo ha seguido con los señalamientos viales. Ya conocía su obra sobre la temática de la frontera, imágenes cuya factura refleja el hecho de que es un excelente dibujante. Es obra casi siempre resuelta en blanco y negro, y a menudo aparecen siluetas. Tanto uso de la silueta y del blanco y negro son resultado lógico de la predilección de este artista por los contrastes, presentes en el mero hecho de la frontera, presentes en el clima semidesértico de la península y centrales, en fin, a su carácter.

Volvamos a la transformación de los señalamientos viales en placas de grabado, ya que me parece notable la idea en sí, la capacidad imaginativa de Leonardo para ver en un objeto tan arraigado en la vida diaria su potencial como elemento de un proceso de otra índole.

Cuando Leonardo empezó a trabajar con los señalamientos como placas ya tenía clara la importancia del registro de un pasado accidentado en ellas. Estas son placas con historia: han pasado años en la calle. Están marcadas con todo tipo de rayones y rasguños, testimonio de sus aventuras que enriquecen la textura de la placa impresa. Aparte de valorar estas huellas, Leonardo trabajó con conciencia de que las imágenes pintadas en las placas eran signos, portadores de significado en la cultura en la que vivimos. Las trataba con gran respeto.

En un principio la transformación de los señalamientos en placas de grabado consistía en conservar todos sus accidentes, pero también en resaltar las áreas negras por medio del aguafuerte. Así fueron procesadas varias placas. Pero llegó el momento en que se completó la fase de rendición fiel de las imágenes heredadas, y las placas empezaron a mutarse en manos de Leonardo. Una figura negra con plantilla se vuelve blanca: la sombra se vuelve fantasma. Aparecen rayas anchas o el fondo se queda en blanco destacando una figura negra.

Finalmente se impuso la sugerencia del signo y los fósiles urbanos cedieron su lugar a imágenes rupestres. Resurgieron el borrego cimarrón y los chamanes de las cuevas de la sierra, guardados tanto tiempo en los recuerdos de Leonardo. El artista investiga, y el registro de su memoria se coteja con el registro de los antropólogos. Las imágenes de los señalamientos viales empiezan a mutarse otra vez. Así sobre la silueta del peatón del siglo XX se ensimisma un chamán tomado de los dibujos de las cuevas. Y como en las paredes de las cuevas, en las placas hechas con señalamientos viales una capa de imágenes se dibuja sobre otra, creando nuevas capas y nuevas posibilidades de lectura. Y cada versión de cada placa es impresa como se han impreso los grabados durante siglos, en papel de algodón, con una factura impecable.

Leonardo Torres me ha comentado que su exposición se lleva a cabo en unas instalaciones que con anterioridad fueron Las Bodegas de Santo Tomás, donde los tanques de concreto para añejar el vino se han convertido en galería. Las paredes donde ahora contemplan ustedes esta obra conservan sus características originales; creo que Leonardo ha logrado por fin, y esta vez para su satisfacción, la instalación de señalamientos viales en una cueva. Ha logrado conjuntar huella, signo, innovación y tradición en el lugar en que se formó.

Celébrenlo, como lo merece, como el joven talentoso que es, surgido de la comunidad. Pero no se sorprendan cuando se desaparezca de nuevo; después de todo, algo tiene de nómada.

Carla Rippey
http://carla-rippey.blogspot.com/